Roberto Cortez Zárate
La noticia no se filtró como un rumor ni llegó disfrazada de optimismo. Cayó como un golpe seco, de esos que parten la respiración: Xava Drago, vocalista de Coda, había sido desahuciado. El cáncer gástrico que creyó derrotar en 2025 había regresado con una fuerza demoledora, dejando a los médicos sin más recursos que las palabras de consuelo. En un mundo donde los héroes del rock parecen intocables, escuchar que uno de ellos ha sido desahuciado es como sentir que el telón se cierra antes de tiempo.
En la escena del rock mexicano, Xava es más que un cantante. Su voz, templada en bares oscuros y escenarios gigantes, es un grito que aprendió a sostenerse en medio del ruido: “¿Ya se cansaron?”, solía preguntar al respetable en las tocadas. En los noventa, cuando Coda se abrió camino entre guitarras distorsionadas y baladas que llenaban estadios, él ya cantaba como si cada concierto fuera el último. Hoy, ese instinto parece haber sido un ensayo para este momento.
Sus compañeros, Toño Ruiz y Chucho Esquivel, hablan desde un lugar donde el cariño se mezcla con la impotencia. “Creo que lo recibes como cualquier persona que se entera de que alguien que quieres tiene cáncer… no importa cuál sea. Solo escuchar la palabra ya prende todas las alertas”, dice Toño, con la voz cargada de memoria. Chucho no busca rodeos: “Te hace sentir minúsculo, frágil, impotente. No hay mucho rango de acción más que abrazarlo y estar ahí”.
En cuatro décadas juntos han compartido peleas, reconciliaciones, giras y camerinos. La primera vez que Toño lo vio fue en el circuito metalero capitalino, en lugares como El Forís Avelino: un muchacho de mallas de leopardo que brincaba y gritaba como si el escenario fuera suyo. Chucho lo recuerda con Ultimátum: raro, potente, imposible de ignorar.
El 25 de septiembre, La Maraka será el escenario de Eternamente Chava, un homenaje en vida que reunirá a compañeros de ruta: Salvador Moreno (La Castañeda), Cha (Fobia), Tony Méndez (Kerigma), Lalo Carrillo, Sergio Aguilar, Daniel Villarreal y Manuel Vázquez (Ágora), Mosy (Ritmo Peligroso) y miembros de Víctimas del Dr. Cerebro, Jaguares, Amantes de Lola y La Ley. No se trata de un adiós melancólico, sino de una celebración urgente, mientras Xava pueda sentir el calor del público.
En sus redes, el cantante dejó un mensaje que muchos interpretaron como despedida: “Sí, gracias infinitas. Por tu amor e intensidad, por sacarme de las llamas, por tantos sueños blancos, por hacerme tan feliz”. Salvador Aguilar Hurtado, el poeta, nos daba un fruto extra de su labor. Palabras escritas no desde la derrota, sino desde la plenitud de quien sabe que no desperdició su tiempo en esta tierra.
Xava sigue siendo un maestro de la presencia. A pesar del desgaste físico, se mantiene entero, con ese brillo que obliga a sus amigos a replantearse lo que es vivir. “Aprovecha lo que tienes”, repite Toño. “Porque él, en su situación, todavía te da ejemplo de lo que es vivir de verdad”.
El rock tiene memoria y la memoria no se escribe solo con discos. Está en las noches donde la voz rasga la penumbra, en los abrazos que rompen el miedo, en las vicisitudes que nunca estaban planeadas. En el último acorde, cuando el silencio asoma, hay algo que siempre se queda: la certeza de que cantar —como vivir— es un acto de resistencia. Porque al final, todos —músicos o no— cantamos contra el ruido del tiempo, intentando que alguna nota sobreviva al silencio.
Y mientras La Maraka se prepara para rugir, el cantante de Coda seguirá haciendo lo que ha hecho desde siempre: convertir la música en una barricada contra el olvido. En ese escenario que ahora es su vida, Xava Drago sigue cantando. Y nosotros, que alguna vez coreamos sus canciones sin imaginar este momento, tenemos el privilegio y la responsabilidad de acompañarlo hasta el último acorde. Eternamente.