La llegada de Néstor Camarillo a Movimiento Ciudadano no solo es un gesto simbólico con una gorra naranja en la mano; es un reacomodo que reconfigura la correlación de fuerzas en el Senado. El exdirigente priista en Puebla se une a un grupo que busca consolidarse como oposición socialdemócrata frente a Morena, y al hacerlo arrastra consecuencias inmediatas para el tricolor.
Durante su intervención, Clemente Castañeda resaltó que MC no busca “sumar números por sumar números”, sino perfiles con trayectoria y coincidencias programáticas. En Camarillo, dijo, encontraron un aliado en causas como la seguridad pública local, la defensa de comunidades indígenas y la oposición a la concentración del poder. “Nos honra darle la bienvenida a alguien con convicciones y compromiso probado”, declaró.
Para Camarillo, su salida del PRI no fue un salto improvisado. “Hoy dejo atrás rumores y empiezo un ciclo naranja”, sostuvo. Reiteró que seguirá siendo opositor responsable, con propuestas frescas, e insistió en que su agenda se centrará en emprendimiento y juventud. “Un político necesita renovar sus ideas y sus formas de comunicarse para no quedar atrapado en el pasado”, remarcó.
El movimiento golpea directamente al PRI. Al quedarse con trece senadores, pierde su representación en la Mesa Directiva, espacio que ahora ocupará el Partido Verde con catorce legisladores. En términos prácticos, el tricolor cede influencia en las negociaciones internas, mientras MC refuerza su perfil opositor. La narrativa emecista busca capitalizar este momento como parte de su estrategia hacia 2027.
La salida de Camarillo confirma la tendencia de deserciones en el PRI, partido que se reduce a una presencia simbólica frente a un escenario de pluralidad fragmentada. El episodio marca un triunfo político para Movimiento Ciudadano, que avanza en su discurso de ser la “opción nueva” frente a los bloques tradicionales.
