El 30 de julio, Birmingham se vistió de luto para despedir a uno de sus hijos más ilustres: Ozzy Osbourne. Miles de fanáticos se congregaron en las calles de la ciudad inglesa para acompañar el cortejo fúnebre del legendario cantante, quien murió el pasado 22 de julio a los 76 años. El evento, coordinado por el Ayuntamiento y la familia Osbourne, incluyó un recorrido simbólico por algunos de los lugares más representativos de la vida artística del exlíder de Black Sabbath.
Desde las primeras horas de la mañana, el puente Black Sabbath se convirtió en epicentro del homenaje. Con camisetas negras, flores, globos y carteles de despedida, los seguidores del llamado “Príncipe de las Tinieblas” aguardaban la llegada del ataúd cubierto por flores que formaban el nombre “Ozzy”. La escena fue acompañada por la interpretación en vivo de temas clásicos de la banda, a cargo del grupo local Bostin’ Brass.
El cortejo partió desde el estadio Villa Park, donde Osbourne ofreció su último concierto el pasado 5 de julio junto a Black Sabbath, Metallica, Aerosmith y Guns N’ Roses. A lo largo de Broad Street, arteria adornada con estrellas al estilo del Paseo de la Fama de Hollywood, los fanáticos aplaudieron y corearon su nombre. La comitiva se detuvo frente al banco conmemorativo de la banda, justo en el puente que lleva el nombre del grupo y donde desde hace días se han acumulado ofrendas espontáneas.
Sharon Osbourne, su viuda, encabezó la ceremonia vestida de negro, con gafas oscuras y un collar que, según los asistentes, contenía el anillo de bodas del músico. A su lado caminaron sus hijos Aimee, Jack y Kelly, así como Louis Osbourne, fruto de una relación anterior. Todos colocaron flores en el memorial, visiblemente conmovidos, mientras los presentes les ofrecían gestos de respeto y solidaridad.
La procesión fue transmitida en vivo por internet, permitiendo a fanáticos de todo el mundo unirse al tributo. Al término del recorrido público, la familia llevó a cabo una ceremonia privada. La jornada dejó en evidencia el peso cultural que Osbourne tuvo para Birmingham y para el rock global. Su legado, marcado por una voz inconfundible, una presencia escénica inimitable y una vida llena de excesos y redenciones, quedó plasmado en cada rincón del homenaje.
Osbourne vivió una larga batalla contra el Parkinson desde 2009. Su salud se había deteriorado notablemente en los últimos años, aunque eso no impidió su emotiva reaparición en julio, cuando subió al escenario por última vez. Su carrera con Black Sabbath, banda fundada en 1968, cambió para siempre la historia del heavy metal. Vendieron más de 75 millones de discos y fueron incluidos en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 2006. En 2024, Ozzy fue incluido por segunda vez, esta vez como solista.
El artista también fue conocido por su personalidad excéntrica y polémica. Su historial incluye episodios de abuso de sustancias, arrestos —como aquel en 1989 cuando intentó estrangular a Sharon mientras estaba intoxicado—, y acciones que rozan la leyenda urbana, como el célebre momento en el que mordió la cabeza de un murciélago en un concierto en Iowa. Estos episodios, lejos de mermar su estatura, reforzaron su carácter mítico.
Ahora, Birmingham lo despide como a un héroe cultural, con calles cubiertas de flores, música a todo volumen en los pubs, y un eco persistente de “Thank you, Ozzy” entre la multitud. La memoria del hombre y del personaje, del padre y del ídolo, se fundió en una sola despedida: oscura, conmovedora y profundamente rockera.